Introducción
La Estoa eclipsó y desplazó
a la Academia Platónica y al Liceo Aristotélico convirtiéndose en la más
importante de las cuatro escuelas filosóficas de Atenas desde el siglo IV a.C.
hasta el siglo I de nuestra era. Zenón de Citio, Crisipo y
Clenates, iniciadores de la Estoa, se reunían para compartir sus pensamientos
filosóficos con sus discípulos en una especie de pórtico (Stoa), decorado con
cuadros de múltiples colores, de ahí el nombre de estoicos. Ellos se regían por
dos principios: Logos o Pneuma y materia, los cuales están reunidos siempre y
en todas partes, lo que fomenta una visión panteísta, como una divinidad que
impregna de su ser la totalidad de la realidad.
El pneuma (alma), es un
soplo o viento seco e ígneo formado por partículas sutiles y que tiene la propiedad
de moverse a sí mismo y al cuerpo en el que habita. Es el principio vital por
el que respiramos, vivimos y razonamos. El alma humana es una pare del alma del
mundo, del Logos que domina el universo, y destaca en ella el Hegemonikón, la
parte racional de la que depende el conocimiento y la virtud y la más parecida
al Logos mismo.
El propósito del estoico es
moldear la conducta humana para lograr la felicidad, estado que se alcanza con
la fidelidad a la naturaleza y a la razón. Para conseguir la felicidad es
menester cultivar la virtud, pues la virtud es un bien por sí misma y su
realización trae consigo la sabiduría. Pero, ¿cómo conseguir esa sabiduría?
Concepción educativa de la Estoa
Logra la virtud y la
sabiduría es el ideal de los estoicos, para conseguirla es menester cultivarla
con el amor y el cuidado que solo el alma lo logra hacer. Para esto el hombre
posee una capacidad natural hacia la búsqueda de la sabiduría. Esta capacidad
ha sido dotada por la naturaleza a manera de un soplo etéreo, como una razón
cósmica, como un fuego ontológico, un pneuma que le permite alcanzar el Logos.
Elourdy señala que para los
estoicos, la amistad no está numerada en los bienes de la vida, ni siquiera es
un bien, porque lo bueno tiene que constar de partes íntimamente conexionadas
las unas con las otras. Sin embargo la idea particular de Séneca es que la
amistad es una virtud que hay que practicar, que hay que cumplir. Debe existir
simpatía de parte del maestro para lograr la germinación de esas semillas
racionales latentes que existen en el discípulo, al cual educa y con él lograr
el prodigio de la virtud.
La participación del Logos
no es suficiente para impulsar al sabio en su oficio de educador, ya que
necesita el estímulo de los discípulos, también el discípulo debe y puede
atender mejora a ciencia y virtud fincando su interés en una adhesión íntima con
el maestro, sin este efecto personal la doctrina por ingeniosa que sea
resbalará sobre su alma, se hará más erudito, pero no más sabio, hasta que
llegue el momento feliz en que el Logos sembrado en ella y cultivado con la
mano diligente del maestro rompa en vistosa floración, como capullo que de
pronto se abre con todo el atavío de sus colores a la luz vivificante del sol. La amistad y amor entre el
maestro y el discípulo no sólo son lazos amorosos, sino la capacidad de amar;
era para los estoicos una fuerza cósmica real que une a los hombres entre sí.
“Si la sabiduría se diese con la condición de tenerla
encerrada sin comunicarla, renunciaría a ella. Sin un compañero no es grata la
posesión de ningún bien.”[1]
Es menester la convivencia
entre maestro y discípulo, ya que aprende más del ejemplo y una afectuosa
relación, del conocer sus secretos, percibir su apreciación de la vida, porque
el maestro transmite los conocimientos que ha hecho suyos y se encuentran
depositados en su alma.
Conclusión
La teoría de la Pedagogía
Estoica sobre la influencia mutua que ejercen las personas por la irradiación
psíquica, que mutuamente rodea a las personas que viven con familiaridad,
atiende a las condiciones sociales y culturales en su momento, avocándose a dar
al hombre su maleabilidad, su libertad, su posibilidad de una proyección de lo
que desea ser.
Brinda al hombre la
posibilidad de considerar la razón como un principio rector cuando logre
alcanzarla podrá conducirse a sí mismo, porque será sabio y ser sabio es el
ideal estoico.
Ideal de sabiduría que
permitió a Séneca enfrentar la muerte dictada por Nerón, después de ser acusado
injustamente. De manera similar Sócrates, Séneca toma la cicuta, enfrentando la
muerte con dignidad, sus últimas palabras fueron:
“Conozco a la muerte hace tiempo: la muerte es el no-ser. Después de mi
sucederá lo que ha sido antes que yo. Si antes no hemos sufrido, quiere decir
que tampoco sufriremos después. Somos como una linterna que, apagándose, no
puede estar peor que cuando no la habían encendido. Sólo en el breve intermedio
podemos ser sensible al alma.”[2]
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